Al final de sus días, el Maestro Ueshiba dijo: «
Cuando miro atrás me doy cuenta que nadie me sigue.» Estas palabras entrañan una cierta tristeza y un sentimiento de incomprensión por lo que él creó. Es normal que en el ímpetu de la juventud se esté más interesado en cómo tumbar a un adversario y por lo
tanto incidir en la técnica, que no en pulirnos interiormente. Pero con los años de práctica algo debería hacernos recapacitar y reorientar nuestro objetivo hacia valores más importantes y que afectan más a nuestra personalidad, que la simple técnica. El keiko siempre deberá estar ahí, intenso e incesante, sin
respiro alguno, pero no olvidemos los principios que sostienen conjuntamente con la técnica todo el edificio del Aikido. Si nos abandonamos a la práctica del Aikido con este objetivo es seguro que un nuevo horizonte se abrirá ante nosotros, de difícil realización, por supuesto, pero que nos aportará con el
tiempo gran paz interior. Toda nuestra vida estará impregnada de Aikido y no tan sólo durante unas horas a la semana en un tatami.
«
Los instructores sólo pueden transmitiros una parte de la enseñanza. Será sólo a través de vuestro propio esfuerzo que los misterios del Arte de la Paz os serán desvelados y llevados a vuestra vida cotidiana.
» (Morihei Ueshiba)
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